No es un chiste ni una fantasía de algún amante de los dulces escandinavos: el gato Salmiak es real, peludo y tiene un nombre que despierta la curiosidad tanto como su aspecto.

¿Quién lo descubrió y dónde?
Todo comenzó en Noruega, país de fiordos, trolls y –al parecer– gatos con nombres extravagantes. En 2007, un criador de gatos noruego, cuyo nombre ha quedado medio sepultado entre foros de internet y páginas de asociaciones felinas, notó que en una camada de gatos domésticos apareció un peludo que rompía todos los esquemas de color conocidos. Lo llevó al veterinario pensando que era un caso raro de albinismo fallido, pero no: era otra cosa. Lo bautizaron “Salmiak”, como el famoso caramelo negro de regaliz salado que tanto adoran en el norte de Europa. ¿La razón? Su color: negro con un tinte gris plateado, como si se hubiese bañado en polvo de regaliz.
¿Cómo se identificó como una nueva variedad?
El gato Salmiak no es una raza, al menos no todavía. Es más bien un patrón de color inusual, posiblemente derivado de una mutación genética espontánea. Científicos y criadores comenzaron a documentar casos similares, todos en regiones frías del norte de Europa. La teoría más aceptada es que este patrón se debe a una variación recesiva del gen del color negro, mezclado con diluciones incompletas. En otras palabras: es como si la genética del gato no supiera decidir si quería ser carbón o ceniza, así que optó por ambos.
¿Cómo son los gatos Salmiak?
Estos gatos tienen un pelaje que parece pintado con humo. A primera vista, parecen negros, pero al moverse bajo la luz, el gris aparece como un truco de magia. Algunos tienen zonas más claras alrededor del cuello, el pecho o las patas, lo que les da un look de “gato con traje”, siempre elegante, siempre misterioso.
Su personalidad, según quienes los han criado, no decepciona: cariñosos, algo testarudos, y con esa típica actitud felina de “yo decido cuándo me amas”.

¿Qué significa realmente «Salmiak»?
Salmiak es una palabra derivada del alemán Salmiakgeist (espíritu de salmiaco), que hace referencia al cloruro de amonio, ingrediente clave del regaliz salado. Es un sabor amado por escandinavos y temido por el resto del planeta. Ponerle ese nombre al gato fue una mezcla de humor local y descripción acertada: oscuro, intenso y no apto para cualquiera.
¿Y por qué es interesante?
Porque en un mundo lleno de gatos comunes y corrientes (adorables, pero comunes), el gato Salmiak aparece como ese personaje en una serie que no habla mucho pero roba cada escena. Es único, tiene historia, y lleva el nombre de una golosina que puede dividir amistades.
Además, ¿quién no querría decir en una conversación: “Sí, yo tengo un gato Salmiak”? Suena exótico, suena caro, suena a que sabes de gatos más que el promedio.
Así que si algún día te cruzas con un felino que parece una sombra viva con reflejos de ceniza, no lo ignores. Puede que estés frente a un Salmiak. Solo no esperes que te lo confirme él: los gatos no explican, reinan.