La robótica, un campo que alguna vez pareció confinado a la ciencia ficción, ha evolucionado rápidamente, fusionándose con la biología para crear una nueva y fascinante frontera: la robótica biohíbrida. Pero mientras que muchos se centran en replicar la naturaleza, un equipo de científicos de la Universidad de Cornell ha dado un giro inesperado, fusionando el reino de los hongos con la tecnología robótica. En un avance que redefine lo que significa la robótica, han creado un «micobot» que se mueve gracias a una simbiosis sin precedentes.

El Cerebro Detrás de la Creación
Este proyecto revolucionario fue liderado por S. A. S. O. A. M. H. F. D., quienes son expertos en materiales y tecnología biohíbrida. Su trabajo se basa en la intersección de la micología (el estudio de los hongos) y la robótica blanda (soft robotics), un campo que utiliza materiales flexibles en lugar de los rígidos componentes de metal y plástico de la robótica tradicional. Su objetivo principal era explorar la posibilidad de crear un actuador biológico que pudiera ser controlado externamente, un desafío que la robótica blanda ha buscado resolver por mucho tiempo.
Un Material del Futuro: El Hongo
La elección del hongo no fue aleatoria. El equipo se centró en la micorriza, una relación simbiótica entre un hongo y las raíces de una planta, que crea una vasta red subterránea conocida como micelio. El micelio es una red de filamentos de hongos, o hifas, que se extiende y ramifica para absorber nutrientes. Pero más allá de su papel en la naturaleza, el micelio posee una característica crucial para este proyecto: es un biomaterial robusto, flexible y capaz de ser cultivado de manera sostenible.
El equipo se dio cuenta de que estas redes de micelio tienen una estructura única. Sus hifas pueden expandirse y contraerse, creando una especie de músculo biológico que puede ser controlado. Esta propiedad, unida a la capacidad del micelio para crecer en formas predeterminadas, lo convierte en un candidato ideal para ser un actuador biológico. Un actuador es el componente de una máquina que es responsable de mover y controlar un mecanismo o sistema, actuando sobre alguna forma de energía para producir un movimiento.
Cómo Se Construyó el Micobot
El proceso de creación fue un meticuloso experimento de ingeniería biohíbrida. En primer lugar, los científicos diseñaron una estructura de «esqueleto» de robot blando, en forma de un pequeño robot de cuatro patas. Este esqueleto, creado a partir de materiales biocompatibles, serviría como andamio para el crecimiento del hongo.
Luego, el equipo introdujo el micelio del hongo en el esqueleto. Cultivaron el hongo en un ambiente estéril, controlando la humedad, la temperatura y los nutrientes para guiar el crecimiento del micelio. El hongo creció y se integró en la estructura del robot, envolviendo las patas y el cuerpo. Con el tiempo, el micelio no solo se adhirió al andamio, sino que se convirtió en una parte integral y activa del cuerpo del robot.
El siguiente paso, y el más innovador, fue lograr que el hongo se moviera a voluntad. El equipo lo logró aplicando estímulos eléctricos. Al someter las hifas a una pequeña corriente eléctrica, el micelio se contrajo y expandió. Este movimiento, aunque minúsculo, era suficiente para doblar y enderezar las «patas» del robot. Al dirigir la corriente a diferentes partes del micelio, pudieron controlar la dirección y el tipo de movimiento. Has clic aquí para ver el video.
La Mecánica del Movimiento Fúngico
¿Cómo funciona exactamente este movimiento? El micelio, en su estado natural, transporta iones y nutrientes a través de sus hifas. Esta actividad crea un potencial eléctrico a través de la membrana celular de las hifas. Al aplicar una corriente externa, los científicos pueden manipular estos potenciales. La corriente altera la concentración de iones dentro y fuera de las células, causando que las células se hinchen o se contraigan. Este cambio de volumen a nivel microscópico se acumula, resultando en un movimiento visible a nivel macroscópico, doblando las patas del robot.
En esencia, los científicos han creado un sistema de control biológico. Han logrado que un organismo vivo, el hongo, actúe como un motor biológico que convierte la energía eléctrica en movimiento mecánico. Esto es un hito monumental, ya que abre la puerta a la posibilidad de que los organismos vivos no solo formen parte de la robótica, sino que también la impulsen.
Implicaciones y Aplicaciones Futuras
La investigación de Cornell no es solo un truco de laboratorio, sino que tiene profundas implicaciones y aplicaciones en diversos campos.
1. Robótica Ambiental y Sostenible
La principal ventaja del micelio es su naturaleza sostenible y biodegradable. Los robots actuales, hechos de plásticos y metales, contribuyen a la contaminación. Un robot hecho de hongo podría ser diseñado para descomponerse de forma natural al final de su vida útil. Esto podría revolucionar la robótica en áreas sensibles al medio ambiente, como la agricultura de precisión, el monitoreo de la biodiversidad o la exploración de hábitats remotos.
2. Bioingeniería y Medicina
Imagine un robot biohíbrido lo suficientemente pequeño como para navegar por el cuerpo humano para administrar medicamentos o realizar cirugías mínimamente invasivas. El uso de materiales biológicos como el micelio podría reducir el rechazo inmunológico del cuerpo. Además, la capacidad de controlar el movimiento de un material vivo podría allanar el camino para la creación de prótesis más naturales o incluso para el crecimiento de tejidos y órganos artificiales.
3. Exploración Espacial
En el espacio, los recursos son escasos. La capacidad de cultivar un robot a partir de esporas de hongos, utilizando recursos mínimos, es una ventaja increíble. Se podría enviar un kit de esporas y un andamio al espacio, y el robot podría crecer en el destino, evitando la necesidad de transportar componentes voluminosos y pesados.
4. Robótica de Rescate
Los robots de hongo, con su naturaleza flexible y adaptable, podrían ser ideales para operaciones de búsqueda y rescate en escombros. Podrían deformarse para pasar a través de grietas y espacios reducidos, y su capacidad de crecimiento podría permitirles «repararse» a sí mismos en cierta medida.
Un Futuro Colectivo: Humano, Máquina y Hongo
La investigación de Cornell nos obliga a repensar nuestra relación con la tecnología y la biología. Ya no se trata de replicar la naturaleza con máquinas, sino de colaborar con ella. Los micobots representan el primer paso hacia una nueva era en la que las máquinas no se fabrican, sino que se cultivan. Es una visión audaz de un futuro en el que los ingenieros se convierten en jardineros, y la tecnología, lejos de ser algo frío y mecánico, está llena de vida.
Este proyecto desafía las nociones tradicionales de lo que es un robot y abre la puerta a un mundo de posibilidades. ¿Qué más se puede lograr al fusionar los principios de la ingeniería con la sabiduría de la naturaleza? Los micobots de Cornell son solo el comienzo de una conversación que seguramente dará forma al futuro de la ciencia y la tecnología.